Por Jorge Oller Oller
Al medio día del 21 de mayo de 1953, en el Pico Turquino, un grupo de expedicionarios fatigados, la mayoría vistiendo un uniforme de color verde olivo, terminaron de levantar un pedestal cuya cúspide fue coronada con un busto en bronce de José Martí, nuestro Héroe Nacional. Junto al monumento, un palo alto de monte cortado a modo de asta, mantenía ondeante la bandera de la estrella solitaria. Aquellos hombres y mujeres satisfechos y emocionados de aquella obra que habían realizado con tanto esfuerzo y cariño la rodearon colocándole unas hermosas rosas blancas traídas de Santiago de Cuba. Después todos cantaron el himno nacional, se develó el busto y el jefe de la expedición, Dr. Manuel Sánchez Silveira, dejó inaugurado el monumento en un patriótico discurso.
Busto de Martí y la tarja tomada inmediatamente
después de develada.
Fue el homenaje más destacado, original e imperecedero que se hizo para honrar a nuestro Héroe Nacional José Martí en el Centenario de su nacimiento.
La idea había surgido en el Seminario Martiano dela UniversidaddeLa Habana, un aula creada y dirigida desde 1941 por el Doctor Gonzalo de Quesada y Miranda, heredero del mismo fervor martiano de su padre Gonzalo de Quesada y Aróstegui, quien fuera secretario del Partido Revolucionario Cubano creado por el Apóstol y su amigo entrañable.
colocando el acta oficia de la expedición dentro de
un bloque del monumento, que firmó conjuntamente
con la escultora Jilma Madera y Aníbal Díaz,
Celia Sánchez, y Armando Cobo.
Gracias a su esfuerzo, Quesada y Miranda logró que construyeran en las canteras de cal, donde Martí sufrió los horrores del presidio político, la Fragua Martiana, un edificio que cuenta con un museo, una biblioteca, archivos, locales para conferencias y otras actividades; también publicó las primeras obras completas de Martí. Las ideas que trasmitió de Marti a sus estudiantes quedaron tan fuertemente enraizadas que, una vez graduados, crearon laAsociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana para continuar vinculados a la tesonera labor de su profesor.
Al cumplirse los cien años del nacimiento del Apóstol, una de las ex alumnas, la maestra Emérida Segredo Carreó, tuvo la hermosa idea de colocar en la cima de la más alta de nuestras montañas un busto de Martí. La singular iniciativa fue acogida inmediatamente con gran entusiasmo por Quesada y Miranda y todos sus discípulos quienes encomendaron su ejecución al doctor Manuel Sánchez Silveira, un ferviente martiano, delegado del Instituto Cubano de Arqueología en Oriente, médico de Manzanillo e incansable arqueólogo de las zonas montañosas de la Sierra Maestra a quien siempre le acompañaba su hija menor Celia.
La escultora Jilma Madera, autora del busto.
La escultora Jilma Madera Valiente (quien había realizado el simbólico frontispicio de la Fragua Martiana: un libro abierto del cual surge una llama que forma una estrella), fue la encargada de ejecutar el busto de Martí fundida en bronce en los talleres del Ministerio de Obras Publicas con un peso de 163 libras. También se forjó la tarja que escoltaría el busto con el siguiente pensamiento de Marti sugerido por Jilma: “Escasos como los montes son los hombres que saben mirar desde ellos y sienten con entraña de nación y de humanidad”.
La expedición martiana con su precioso cargamento salió de La Habana el día 17 de mayo de 1953 en un ómnibus regular de la línea Santiago-Habana y llegaron a Santiago de Cuba al día siguiente, donde visitaron algunos lugares de interés histórico y cultural.
Temprano en la mañana del día 19 de mayo, aniversario de la muerte de Martí en Dos Rios, le rindieron homenaje con una guardia de honor en el Mausoleo que acoge sus restos en el cementerio de Santa Ifigenia, y a las 10 y 30 abordaron la goleta Glenda con el busto y los medios para construir la base.
La expedición era dirigida por el Dr. Manuel Sánchez Silveira y lo acompañaba su hija Celia, que en funciones de reportera filmaba y fotografiaba para la Fragua Martiana las incidencias de la expedición con una cámara de cine de 8 mm. y otra de retratar. Iban tres mujeres más: la escultora del busto Jilma Madera Valiente y las hermanas Emérita y Cila Segredo Carreño.
Marchaban también en el grupo el Dr. Roberto Pérez de Acevedo, presidente del Instituto Nacional de Arqueología, Aníbal T. Díaz, Presidente de la Asociación Jesús Fernández Lamas y su hijo Jesús Fernández García, Francisco Domínguez, Ramón Martín, Gerardo Houget Muñoz, Orlando E. Pita Aragón, Arnaldo Cobo Bonzon, otros miembros más y varios obreros y campesinos de la zona que colaborarían en el patriótico empeño de construir el monumento
diseñado por el arquitecto Antonio Luís Sánchez, miembro también de la Asociación y proyectista de la Fragua Martiana. La goleta navegó paralelo a la costa hasta Ocujal del Turquino a donde llegaron en la noche bajo un torrencial aguacero.
Hay que recordar que hacia catorce meses que Fulgencio Batista había dado un golpe militar y el pueblo cubano sufría una férrea dictadura. Aunque el Servicio de Inteligencia Militar tenía información de que se trataba de una expedición patriótica, recelaban de los uniformes verde olivo que vestían muchos de ellos y que fueron diseñados por la escultora Jilma Madera para esa ocasión. Es por ello que intentaron infiltrar algunos de sus miembros, pero fueron apartados argumentando que no pertenecían a la Asociación y no había suficientes raciones para compartir con ellos. Después de zanjado este incidente avanzaron hasta el Aserradero, donde pasaron la noche.
a la ceremonia de revelación del busto de Martí.
Al amanecer del día 20 de mayo, un camión del aserradero los fue acercando lo más posible al Pico Turquino. Los arqueólogos Manuel Sánchez y Roberto Pérez de Acevedo, fieles a su costumbre iban registrando en su cuaderno las alturas que iban escalando. Altos de Babiney: 1 127,7 metros; Altos de Cardero: 1 200,9 metros; La Cueva del Aura o Campamento Martí: 1 402 metros. Pérez de Acebedo recordaba después: “Quizás hubiese sido de carácter menos peligrosa la ascensión, pero las grandes lluvias caídas ponían continuamente en peligro la vida de los expedicionarios, sobre todo en el muy bien llamado Paso de las Angustias, de mucho menos de medio metro de ancho, y con dos abismos insondables a cada lado. Un mal paso o un resbalón, era fatal. Lo mismo puede decirse con referencia a espacios un poco más allá de la llamada Cueva del Aura, significando además una jornada fatigosa y de mucho peligro, debido a las lluvias, escalar los llamados Inclinados del Pico Cuba donde materialmente el que subía, dada la inclinación de casi 75 grados, tenia encima las botas de su compañero anterior. En algunas ocasiones hubo necesidad de utilizar cuerdas en estos Inclinados. Influyo mucho en las condiciones adversas, el frío, un frío húmedo, que no pudo vencerse, y que parecía salir de la tierra y caer del cielo implacable”. Vencidas estas dificultades llegaron al fin a los1974 metros que mide de altura la cumbre del Pico Turquino y comenzaron de inmediato las obras de la base que sustentaría el busto.
Sin embargo y a pesar de su empeño, las lluvias habían causado enormes dificultades a los expedicionarios para acarrear los bultos que contenían el busto, la tarja y los materiales e instrumentos para la construcción de la obra y habían invirtiendo más tiempo de lo planeado. La noche y el agotamiento por el esfuerzo realizado durante la difícil jornada obligaron a los expedicionarios a continuar el trabajo al día siguiente. Al amanecer del 21 de mayo de 1953 ya estaban en plena faena y terminaron el monumento justo al mediodía, añadiéndole dos metros más a la altura del Pico Turquino. Los sueños de los martianos se habían realizado.
Setenta y seis días más tarde, el 26 de julio de 1953, año del Centenario, un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro asaltaron el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba para abrir el camino de Patria, libertad, justicia y humanidad que señalara Marti. No culminó aquel intento.
Más no habían pasado aún tres años, el 28 de abril de l957, cuando Fidel con una heroica tropa de jóvenes rebeldes vestidos de verde olivo remontaban por primera vez el Pico Turquino para rendir culto a la imagen y seguimiento a las ideas de Marti. Cantaban el himno nacional y alzaban sus fusiles seguros de alcanzar la victoria junto con el pueblo y cumplir el legado del Maestro.
Entre ellos Celia Sánchez, la ferviente martiana, recordaba feliz el día que colocaron el busto de Martí en la cima del Turquino.
Fuentes:
Emilio Roig de Leuchsenring: “Martí en la más alta cima”. Revista Carteles, 19 de julio de 1953, pp. 54, 55 y 100
Carlos Manuel Marchante Castellanos: De cara al sol y en lo alto del Turquino
Patria, órgano de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana. Numero especial junio de 1953.
Prensa de la época
(Fotos captadas por integrantes de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, publicadas en la revista Carteles)
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