Sobre el único mártir santaclareño al asalto al cuartel Moncada, el 26 de Julio de 1953, escribe mi colega Narciso Fernández Ramírez:
SANTA CLARA EN AQUEL JULIO DE 1953
El 1o. de julio de 1953, el periódico El Villareño publicaba unas declaraciones del entonces presidente de la República, Fulgencio Batista, ofrecidas al Miami Herald, en las que decía: «No creo en los amagos de la Revolución en Cuba.»
Más adelante, el tirano afirmaba: «(…) nosotros estamos bien protegidos y sabremos responder a quienes traten de derrocarnos por medio de la violencia. Los amagos de revolución son suicidas.»
Solo 25 días después, la Generación del Centenario, encabezada por Fidel Castro, daba la respuesta revolucionaria a tanta prepotencia. Entre los nuevos Mella, Trejo, Villena y Guiteras que aquel 26 de julio de 1953 intentarían tomar el cielo por asalto estuvo Osvaldo Socarrás Martínez, el único santaclareño participante de los memorables sucesos.
18 DE JULIO DE 1953
En horas del mediodía, el ómnibus Santiago-Habana procedente de la capital arribó a la parada ubicada en los bajos del Hotel Central. Entre los pasajeros que descendieron frente al Parque Vidal estuvo un hombre de 32 años de regular estatura, delgado y de pelo lacio. Vestía camisa gris, con rayas blancas, y pantalones de gabardina, color verde oscuro. Se llamaba Osvaldo Socarrás Martínez y trabajaba como parqueador de autos en La Habana.
Camino a casa, situada en la calle Padre Tudurí, repasaba su humilde infancia y los días de aprendiz de barbero en el salón de Manuel Vizcaíno, oficio que nunca le gustó, y quizás, el que lo llevó a probar suerte en la capital de la República.
Con 33 años por cumplir, pues había nacido el 27 de noviembre de 1920, no podía dejar de pensar en la palabra empeñada a Fidel de participar en la acción que con tanto secreto se preparaba, cuya hora intuía cercana.
Ya en el hogar, le comentó a su padre: «Viejo, conocí al hombre que dará la libertad a Cuba; es Martí en persona, créemelo.» A su anciana madre le solicitó una pequeña foto, tipo carné, que estaba debajo de un cristal en la mesa de la sala: «Vieja, préstamela, que quiero ampliarla.»
Esa misma noche, el santaclareño Osvaldo Socarrás Martínez regresó a La Habana.
25 DE JULIO DE 1953
En la edición vespertina de ese sábado, El Villareño dio a conocer una interesante noticia a los amantes de la historia local: «(…) acaba de realizarse un acto de gran trascendencia para el movimiento cultural de Villaclara. Los señores Manuel Dionisio, Juana Matilde, Julio Antonio, Victoria Caridad, Ángela y Luis Tomás González Cárdenas, nietos y herederos de Don Manuel Dionisio González Llanes, autor de la Memoria histórica de la Villa de Santa Clara, han declarado (…) que habiéndose agotado la primera y única edición de dicha Memoria publicada en 1858, autorizan a la Academia de la Historia de Cuba para que imprima una nueva edición de esa valiosa obra histórica y literaria.»
Sin embargo, lo verdaderamente trascendente fue la parada de apenas unos minutos que un grupo de jóvenes revolucionarios hizo en su paso hacia Oriente, sobre todo, la rápida visita de Fidel Castro a la Óptica López, con el fin de reponer el par de espejuelos olvidados en La Habana.
Sendas tarjas rememoran aquellos hechos. La situada debajo del Hotel Central, frente al Parque Vidal reza así: «En este lugar donde paraban los ómnibus de la ruta 80 hicieron una escala 13 de los asaltantes del cuartel Moncada el 25 de julio en víspera de la gloriosa acción.
Mientras que la placa ubicada dentro del actual Centro Óptico, de la calle Cuba, dice: «En este lugar donde radicaba la Óptica López le confeccionaron un par de espejuelos al Comandante en Jefe, Fidel Castro, durante una escala en su viaje por auto hacia Santiago de Cuba el 25 de julio de 1953 en vísperas de la gloriosa acción.»
El investigador Mario Mencía en su libro El grito del Moncada, volumen II, recoge de manera sucinta el acontecimiento: «(…) De Matanzas a Colón, casa de Mario Muñoz, instrucción: esperar en el entronque hacia El Cobre; desayuno. Carretera a Santa Clara. Óptica López, Cuba 18 (…), nuevos espejuelos para reponer los olvidados en Jovellar 107.»
Sin embargo, muy poco o nada se sabe del paso de Osvaldo Socarrás Martínez por su ciudad natal. Tampoco, de los pormenores de su viaje hasta Santiago de Cuba. El propio Mencía, en el texto referido, aporta las únicas evidencias de que se disponen: «De las incidencias en la travesía del auto Chevrolet chapa 250-053 que parte desde el parque de la Fraternidad en La Habana, y en el que Juan Manuel Ameijeiras condujo a sus compañeros Gerardo Álvarez, Pablo Cartas, Roberto Mederos, Félix Rivero y Osvaldo Socarrás, no se conoce nada. Todos los tripulantes pelearon junto a Abel en el hospital civil y todos fueron asesinados.»
27 DE JULIO DE 1953
Lo sucedido el día anterior en las ciudades de Santiago de Cuba y Bayamo conmocionó a todo el país. En su primera plana del lunes 27, El Villareño afirmaba: «Suspendidas las garantías por un término de 90 días», y calificaba el hecho de combate sangriento y encuentro entre militares y rebeldes.
Al referirse al clima que reinaba en el centro de la Isla, el diario de la tarde decía: «Completo orden en Las Villas.»
Ya por entonces había comenzado en el cuartel Moncada la orgía sangrienta decretada por Batista, y la orden de asesinar a diez asaltantes por cada soldado muerto se cumplía cabalmente.
OSVALDO EN EL HOSPITAL CIVIL
Del comportamiento del único santaclareño en la acción no se dispone de ningún testimonio. Tampoco de su muerte, excepto que, como tantos otros, fue hecho prisionero y asesinado con posterioridad.
Debió tener la misma ejemplar actuación de todos los que participaron a las órdenes del encrucijadense Abel Santamaría, el segundo jefe de la acción.
Allí protegieron la integridad física de los enfermos, y desde las salas y los pasillos del edificio aledaño al «Moncada» estuvieron combatiendo hasta más allá de lo aconsejable con el objetivo de que Fidel pudiera escapar con vida, porque si Fidel vivía, como les dijo Abel, la Revolución se salvaba.
Para la posteridad, queda lo heroico del gesto y los recuerdos de Melba Hernández, la Heroína del Moncada, quien recibiera una favorable impresión de santaclareño: «Fue la última persona que vi, y observé que no obstante ser un hombre ya maduro tenía una expresión resuelta y entusiasta, que no se diferenciaba en nada a la de sus compañeros mucho más jóvenes.»
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